El cuento de Pati y Pío
Cuando conocimos a Pati y Pío no sorprendió lo abiertos que eran. No sabían quiénes éramos porque su amiga Almu (que les regalo el cuento) no les había dicho nada sobre su sorpresa de boda. Fueron muy amables y simpáticos con nosotros pero lo mejor de todo es que nos abrieron su corazón y nos confiaron muchos detalles de su relación y de su historia de amor.
¡Nos lo pasamos genial con esta pareja! Pati se acordaba de todo, hasta el último dato de sus seis años de amor con Pío, mientras que su chico corroboraba toda la información y añadía su versión de los hechos cuando no estaba de acuerdo con Pati : ).
Pero lo más bonito es que durante nuestra charla, Pío no soltó la mano de su novia, se dedicaron muchas miradas mientras hacían repaso de su noviazgo y se rieron a más no poder. Transmitían amor y compenetración. Tenían super claro que se querían a rabiar y que no podían pasar ni un minuto el uno sin el otro.
Hoy queremos dedicar nuestro primer post a ellos. Con su consentimiento nos gustaría compartir una pequeña parte de su cuento. Un momento muy especial para ambos en el que no faltó nada: risas, un poquito de intriga y alguna lagrimilla. ¡Gracias chicos!
Todo estaba listo: anillo, viaje y muchos nervios. Por fin llegó el puente de diciembre pero todo era una sorpresa. Pati no sabía nada de dónde la iba a llevar Pío. Pasaron el jueves y el viernes en San Sebastián disfrutando de los pinchos y de las vistas de la playa de la Concha. El sábado era el día y sólo quedaba una noche para saber cuál sería la respuesta de Pati. Pío estaba muy nervioso y no pudo conciliar el sueño los días previos.
La noche anterior a la pedida Pío estaba con los ojos abiertos como platos mientras Pati dormía profundamente. La angustia no le dejaba dormir y decidió despertar a Pati:
– Mi vida – le dijo para ver si despertaba.
– ¿Qué te pasa cariño? – le contestó Pati entre sueños.
– ¿Tú me quieres?
– Ay sí, ¡déjame dormir! – le contestó ella.
– Pero, ¿de verdad?
–¡Que sí!
Pío le empezó a dar besos pero Pati estaba muy cansada y dormida como para hacerle caso así que le dijo que la dejara en paz. Pío se fue a dormir, pero no pudo cerrar los ojos más de un par de horas.
Cuando despertaron, lo primero que pensó Pío fue: “el día haba llegado”. Pusieron rumbo a Biarritz y disfrutaron de la pequeña ciudad francesa toda la mañana y la tarde. Llegó el momento de la cena. Pío había reservado mesa en el Casino porque se cenaba de maravilla.
Pasaron una velada muy agradable aunque Pío no podía pensar en otra cosa que no fuera el anillo que llevaba en la solapa de su chaqueta. Tras la cena decidieron ir a jugar. Ganaron cien euros en el Casino, sin duda, esto hacía presagiar que la noche prometía. Con el estómago lleno, más dinero en el bolsillo y felices de estar juntos, Pío le dijo a Pati:
–¿Vamos a dar un paseo?
– No, que me duelen los pies – contestó ella quejándose de los zapatos.
– Venga anda, vamos a dar un paseo.
–¿Qué sentirías tú con estos tacones, Pío?
– Venga, el último paseo – insistió por segunda vez – que hoy es la última noche y mañana nos marchamos.
Este argumento convenció a Pati que aún así seguía quejándose de su dolor de pies. Fueron a caminar por el paseo de la Grande Plage de Biarritz. La noche estaba preciosa y aunque Pati no notaba nada diferente en su chico, Pío estaba realmente nervioso: el momento había llegado.
Seguían andando cuando de repente Pío se puso frente a Pati. Ella pensó que le iba a dar un abrazo pero todo lo contrario. Pío se alejó un paso de ella, se puso de rodillas. “Pero, ¿qué haces de rodillas?”, le pregunto Pati rápidamente mientras Pío metía la mano en la solapa de su chaqueta y sacaba una cajita roja de terciopelo. La abrió y dejó ver a Pati la sortija de su abuela para seguidamente pronunciar las palabras que tan bien se había preparado para ese momento:
– Pati, ¿te quieres casar conmigo?
Pati se quedó completamente alucinada y lo único que salía de su boca era: “Estás de broma, estás de broma, ¿verdad?…no, no, tienes que estar de broma…no es verdad, ¿no?…no es verdad”. Tanta fue la impresión que no pudo seguir hablando, Pío empezó a preocuparse: “Pero mi vida, dime algo ¿qué sientes?”. “Me estoy mareando, necesito sentarme”, le contestó Pati aturdida. Pío la sentó en el poyete del paseo de la playa.
La gente pasaba delante de ellos mientras Pío intentaba calmar a Pati. Cuando volvió en sí, ella le preguntó: “Has hablado con mi padre, ¿verdad? Esto ha sido una encerrona tuya y de mi padre”. Y Pío le dijo que nadie sabía nada. Después de un rato, y todavía sentados, Pío le dijo a Pati:
– Mi vida, todavía no me has dicho nada.
–¿De qué? – preguntó ella aún sin poder creérselo.
–¿¿Cómo que de qué?? De que si te quieres casar conmigo – le respondió él sin poder creerse que a su novia se le hubiese olvidado la gran pregunta.
Tras este segundo intento Pati reaccionó y le contestó:
– Sí, sí quiero.
Ambos se fundieron en un beso eterno. Pío ya estaba más tranquilo, se iba a unir con la mujer de su vida, con aquella niña que le tocó el corazón un día de abril de 2006 en una finca de Córdoba. Esa noche descansó por fin, ¿adivináis quién no pegó ojo?
Texto: Bárbara Cervigón
Imagen: Enrique U. Schiaffino
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