La luz de Carolina y Tito
Eran las siete de la mañana de un precioso 11 de junio de 2012. Carolina abrió los ojos. Estaba en casa de sus padres en la alicantina localidad de San Juan. Se sentía nerviosa y algo agobiada porque había llegado el gran día. En menos de diez horas iba a unirse al hombre su vida, Tito, pero todavía había muchas cosas por hacer. Despertó a su hermana Elena y a su prima Nuria, que esa noche también habían dormido en la casa. Tras arreglarse pusieron rumbo a la finca que Tito y ella habían elegido para el enlace. Era una finca sencilla junto al mar llamada El Secanet y se encontraba en Villajoyosa. Sería una mañana de mucha decoración. Carolina había decidido que toda su boda tuviera un ambiente marinero. Estrellas de mar, anclas, redes y farolitos adornarían cada rincón del precioso jardín donde se darían el “sí, quiero”.
Su padre, su tío y algunos amigos le acompañaron a la finca para ultimar todos los detalles. Mientras preparaban aparecieron Tito y sus hermanos. “Llegas tarde”, le dijo Carolina con voz mandona. Saltándose la tradición, Tito acudió a ayudar a su futura esposa con los preparativos pero la fiesta de la noche anterior le había pasado factura. Carolina necesitaba tener todo listo en poco tiempo así que mandó a su prometido a enfundar todas las sillas. “Oh, oh…”, exclamó Tito mientras intentaba introducir la funda en la silla. “¿Qué pasa?”, preguntó Carolina angustiada al oír a su chico. “Estas fundas no entran en las sillas”. Carolina se puso de los nervios. A las diez tenía que estar en la peluquería y las doscientas sillas estaban sin fundas. “No te preocupes que yo lo soluciono”, le dijo para tranquilizarla. Carolina se sintió un poco mal por haberse enfadado con Tito, se había implicado demasiado en la preparación de su boda quería que todo fuese perfecto pero no para ella sino para sus invitados. “No quiero ser la típica novia protagonista, solo quiero que cada una de las personas que quiero tenga su espacio en mi boda”, se decía a sí misma.
Llegaron las diez y Carolina dejó la finca para ir directa a la peluquería. Su hermana y su prima la acompañaron, mientras el resto de su equipo se quedó en la finca terminando de colocar. Al llegar al salón se relajó. Ahora el tiempo era para ella. Había hecho bastantes pruebas de peinado antes de la boda pero finalmente su peluquera le hizo un recogido completamente distinto al que ella esperaba. Para su sorpresa, se encontraba guapa con aquel peinado. Le sentaba muy bien y combinaba a la perfección con el precioso vestido de Pronovias que colgaba en la habitación de la casa de sus padres. Tras la sesión de peluquería volvió a casa para comer con su familia. Fue un almuerzo muy informal. No había tiempo para mucho así que pidieron una pizza. Charlaron tranquilamente mientras la madre de Carolina terminaba los ramos de las damas de honor.
El maquillador llamó a la puerta de su casa. Se había perdido pero Carolina ya estaba lista. No tardó mucho en ponerla preciosa. Rompiendo una vez más con la tradición, Carolina no salió de casa vestida de novia. Cogió el coche y se fue a Benidorm. Había reservado una suite en el Hotel Bali, quería vestirse allí junto a sus damas de honor que no eran otras que sus mejores amigas.
La suite del hotel era magnífica. Un espacio ideal para compartir confidencias, nervios y emoción con sus adoradas amigas o “hermanas” como le gustaba decir. Ellas debían tener un papel importante en ese día tan especial. Cada una de sus amigas procedía de un capítulo de su vida, no se conocían mucho entre ellas, pero tenían un gran significado dentro de su corazón. Elena, su hermana; Nuria, su prima; Raquel su amiga del cole; Ariadna, su compañera inseparable de la universidad y con la que no paraba de reír cuando recordaban que las llamaban “el punto y la i” porque Ariadna medía 1,80 y Carolina era pequeñita; Raquel, la mujer de su mejor amigo; Cloti, su gran confidente y Noe, la prima de Tito que había sido la gran cómplice de su historia de amor. Cada una de ellas tenía un significado muy especial para Carolina. “Sois un pilar fundamental para mi y cada una de vosotras desde su parcela nos apoyasteis mucho a Tito y a mi. Os quiero chicas”, les dijo Carolina cuando vio a todas sus amigas en la habitación del hotel vestidas con sus trajes azul marinero.
Fueron unas horas previas a la boda muy emotivas, muy especiales. Junto a ellas, estaban los padres de Carolina, nerviosos y orgullosos de ver a su hija feliz. Carolina terminó de arreglarse, se puso su vestido blanco con detalles de pedrería en los tirantes y bajo el pecho. El traje se deslizaba con suavidad hasta el suelo de una forma muy vaporosa y elegante. Cuando se miró al espejo se sintió cómoda y feliz, esa era la boda que quería tener y en el único que pensaba era en Tito.
Tito estaba nervioso. Ya se encontraba en la finca y eran las siete de la tarde. Quería que Carolina fuera puntual así que la llamó. Ella contestó y le dijo que ya salían que no se preocupara. “No va a haber boda si yo no estoy”, se dijo relajada. Salió de la habitación y en ese momento algunas de sus amigas comenzaron a llorar. La veían tan guapa y tan feliz que no podía reprimir su emoción. El coche nupcial la esperaba en la puerta. Jorge y Carmen, la mejor amiga de su hermana Elena, eran los encargados de conducirla hasta El Secanet. A las siete y media el Mercedes que llevaba a la novia entró en el recinto de la finca. Primero atravesó el camino central que llegaba a una fuente frente a la casa.
Después, Jorge giró el volante hacia la derecha para tomar un pequeño sendero que conducía al jardín. “Ya ha llegado el momento”, pensó Carolina al ver a todos sus invitados esperando que ella apareciera. El coche paró frente a la piscina. Alguien abrió la puerta. Carolina cogió el ramo y al mirar tras la puerta abierta le vio. Era Tito, estaba guapísimo con aquel traje. Él no paraba de mirarla a los ojos y la primera frase que salió de su boca fue: “Que guapa estás”. Con cuidado ayudó a su chica a bajar del coche. Ambos no paraban de dedicarse sonrisas y miradas cómplices. Pero la ceremonia debía comenzar.
La madre de Carolina y el padre de Tito abrieron el pasillo nupcial que bordeaba la piscina de la finca hasta el altar. Tras ellos desfilaron Tito y su madre. Después las damas de honor y los pequeños Rafa, Jimena y Julia. Por último, Carolina y su padre. El camino hacia el altar fue un momento mágico. El altar lo habían situado bajo un olivo centenario y había sido creado con un elemento muy especial para Carolina, una balaustrada blanca que su abuelo había utilizado en miles de ocasiones para hacer fotos a los niños que iban a tomar la primera comunión. De hecho, ella tenía una foto allí de su primera comunión. Carolina había transformado ese pedacito de su abuelo en una especia de proa decorada con redes, un ancla, flores, un farolillo y una red. Estaba muy emocionada al saber que su abuelo estaba presente de alguna forma u otra en aquel día tan especial, y ver a Tito esperándola allí para jurarse amor eterno fue una sensación inexplicable.
Ambos decidieron tener una ceremonia civil donde sus familiares y amigos fueran participes. La oficiaron la alcaldesa de Sella, Natalia, que es la mejor amiga de Tito y Jaume, concejal y también mejor amigo del novio. Fue una ceremonia llena de lecturas muy emotivas. Raquel leyó para Carolina un fragmento de su libro favorito, El Principito. Su prima Nuria emocionó a Carolina con unas palabras muy significativas. Ariadna leyó una parte muy personal y un texto de Gabriel García Márquez. Y Manu, un amigo muy especial, hizo un escrito sobre la suerte que a veces está enmascarada de mala suerte pero que en el fondo es buena suerte. Una metáfora que reflejaba a la perfección la historia de amor entre Tito y Carolina. Por último salieron los amigos de Tito que pusieron el punto de humor a la ceremonia y se ganaron el apodo de Faemino y Cansado.
Tito se mantuvo muy nervioso toda la ceremonia. Carolina notaba que su chico estaba intranquilo. Pero todo cambió cuando llegó el momento de poner los anillos. Tras introducir la alianza en el dedo de Carolina, Tito cambió por completo. Se relajó y fue entonces cuando se dio cuenta de que aquella mujer que tenía frente a él se había convertido en la persona más importante de su vida.
La ceremonia se clausuró con un ritual muy especial. La madre de Carolina y el padre de Tito habían portado dos velas. Era un momento mágico en el que Tito y Carolina debían aportar su luz a una nueva luz aún más fuerte. Ambos debían acercar sus velas a una mayor y encender juntos una nueva llama. Pero en el momento clave algo falló. Las velas no encendían la nueva mecha. Rápidamente les ofrecieron un par de cerillas y fue entonces cuando encendieron juntos la llama de una nueva luz: su luz. Ahora sí, Carolina y Tito se habían convertido en marido y mujer.
Ha sido complicado resumir en un post la boda de Carolina y Tito. Son una pareja que ha vivido una historia que he preferido guardar y no revelar. Una historia que nos enseña que la vida te da sorpresas, que te pone en el camino algunas piedras pero también alguna que otra flor, y en su caso fue encontrarse el uno al otro.
Gracias por corroborar una vez más que el amor existe y por haberme permitido entrar en vuestros corazones para realizar este relato. Ha sido genial :). Os deseo mucha felicidad y muchísimo amor. Sois una pareja increíble y estoy segura de que ¡¡os va a ir de maravilla!! Así que solo me queda decir: ¡Vivan los novios!
Tramadora
octubre 11, 2012 at 11:22 amQue bonito!!!
Me preguntaba como eran vuestros cuentos y habéis conseguido emocionarme!! Se me han saltado las lagrimas y todo!!
Un besazo enorme!
cuentosdeboda
octubre 13, 2012 at 11:25 amNo sabes la alegría que me da tu comentario Noemí :). Esto es solo un pedacito de lo que realmente hacemos pero aunque sea un pequeño fragmento siempre lo hacemos con mucho corazón.
Un abrazo!
Marivi Merlos
octubre 12, 2012 at 2:44 pm¡Muchisimas gracias Barbara por este post de la boda de Carolina y Tito¡…La has relatado tal y como fue,y me has emocionado mucho..fue un dia ajetreado pero precioso,
Estabamos todos muy felices,Tito es un chico encantador y¡ que voy a decirte de mi hija Carolina¡..quiso que en su boda estuviera presente de alguna forma mi padre (ya fallecido)e ideo el “altar” marinero con el decorado del estudio fotografico de su abuelo..y que entre las dos hicimos realidad ,como el resto del decorado de la boda..
Fue un dia inolvidable ¡precioso¡…y lo mas importante es que ellos son muy felices.
. Si es una experiencia muy bonita para la madre de la novia o del novio…lo es mas aun cuando te implicas en la preparacion de la boda,es como si la vivieras desde que te dicen que se casan hasta el dia de la boda… Un beso muy grande y muchas gracias por tu relato que no es mas que la realiadad misma…¡¡emocionante¡¡…¡¡GRACIAS¡¡…Marivi
cuentosdeboda
octubre 13, 2012 at 11:29 amMarivi, tú hija si que me emocionó y tú lo has vuelto a hacer con tu comentario!! es que tienen una historia tan bonita que es difícil que no te llegue al alma.
Me alegro muchísimo de que te haya gustado su cuento.
Un abrazo enorme!